El rincón de Historia de Arrotxapea - Le coin de l'Histoire de Arrotxapea
martes, 7 de noviembre de 2017
lunes, 6 de noviembre de 2017
1917: Susurros revolucionarios en Arrotxapea
Ya están en la calle 11.500 ejemplares del número 249 de la revista Ezkaba. No sólo ha cumplido 25 años, sino que este nuevo curso hemos ampliado su tirada con 1.000 ejemplares más, hori den! El 7 de noviembre (trece días antes según el calendario juliano en vigor entonces) se cumplieron 100 años de la Revolución Soviética, un siglo desde aquellos acontecimientos desencadenados en Petrogrado y que terminarían por transformar la historia de la humanidad. En la sección de Historia abordamos la Huelga de 1917 y sus efectos entre las clases populares más concienciadas de Iruñea y, por supuesto, de Arrotxapea.
Susurros
revolucionarios de 1917
Trabajadores
rochapeanos en huelga
1917an
Arrotxaperaino iritsi ziren sobietarren askatasun haizearen laztanak.
Grebaren,
mobilizazioen
eta borrokaren bidez, auzoko langileak ere ahalegindu ziren amets
haiek errealitate bihurtzen.
![]() |
Imagen: Revista "La Hormiga de Oro", 1914. |
Dudan
bizkitartean
-
Arma bat hurbilean dudan bizkitartean
iraultzailea
izan behar diat -erran nuen.
-
Ideia zuzen bat eta harekin borrokatzeko
adorea
duan bizkitartean -berretsi zidan
lagun
batek.
Fusilak
pizten dituen Sua *
Mientras
en Rusia se aceleraban los acontecimientos hacia su gran revolución
de octubre,
la heterogeneidad de las sociedades obreras navarras
iba en aumento. Además de las ya mencionadas sociedades de
resistencia socialistas y católicas [ver
Ezkaba,
n.º 247], y alguna efímera experiencia como la Agrupación
Obrera Republicana, en
agosto de 1915 se creó
en Pamplona el
primer núcleo de católicos
libres de la
provincia. En pocos años, los libres de Pamplona
lograron el nivel de sindicación de las sociedades de resistencia y
de los conciliados católicos.
Más allá de la preeminencia de unas sobre otras según el lugar del
que hablemos, podemos afirmar, sin ninguna duda, que la existencia de
todas esas opciones sindicales no favoreció sino a la patronal,
quien utilizó esa división en su propio beneficio.
Con
la Primera
Guerra Mundial
la conflictividad social volvió a ocupar un primer plano debido a la
especulación, la escasez de algunos alimentos y las subidas de
precios. En enero de 1916 la población de Pamplona
salió a manifestarse a favor del abaratamiento de las subsistencias,
atendiendo a la convocatoria de los societarios, con el
consentimiento
de la Conciliación, varios centros políticos, la Cámara Oficial de
Comercio e Industria, y el propio consistorio, que la encabezó
en
su recorrido ante el Gobierno Civil. No
obstante, pese
a la intensa actividad laboral que iban experimentando tierras
vizcaínas y guipuzcoanas a través de activas campañas contra el
paro y la miseria, la sociedad navarra, al igual que la alavesa,
seguirá con su peculiar falta de crispación revolucionaria.
Huelga
General
El
creciente deterioro del régimen monárquico durante la primera mitad
de 1917
y
la lección práctica dada por los revolucionarios rusos contra el
zarismo en marzo de ese año,
hizo
pensar a la izquierda que podía ser el momento idóneo para poner en
marcha un movimiento revolucionario contra el mismo o, cuando menos,
conseguir avances democráticos importantes. El 27 de marzo de ese
año, UGT y CNT hicieron pública
su intención de convocar una huelga general indefinida en todo el
Estado español, fijada
finalmente
para el 13
de agosto de
ese
año.
La militancia de las distintas organizaciones se irá decantando
distintamente por una huelga económica o política, pacífica o
revolucionaria, y actuarán en función de ello.
La
dura represión ejercida por las fuerzas armadas, con centenares de
trabajadores y trabajadoras asesinadas (71 reconocidas
oficialmente), cientos
de heridas
y varios miles de detenidas, además de la falta de determinación y
criterios claros de las organizaciones socialistas, fueron las claves
del fracaso de esa huelga.
También
en la Alta Navarra
se produjeron huelgas, manifestaciones y algún atentado, como la
explosión de dinamita colocada en vías del tren en Eskirotz y la
destrucción provocada de conductores telegráficos en Aiegi, ambos
sabotajes realizados el mismo 13 de agosto. En Pamplona
la huelga fue preparada la
noche anterior bajo la dirección del
teniente alcalde socialista, Angulo, en una arboleda “al frente de
la huerta del sr. Lorea en el barrio de la Magdalena”, junto al
camino de los Enamorados. A esta reunión asistieron unas 80
personas. Durante la mañana del día 13
varios piquetes de obreros ferroviarios y “caracterizados
socialistas” recorrieron los talleres y fábricas invitando a los
obreros a sumarse a la huelga. Pararon aproximadamente el 15% de los
obreros pamploneses. Entre ellos los talleres e imprentas en los que
había socialistas, y del 55% al 60% de los ferroviarios
de la línea de Norte, pero no los de Irati y Plazaola. En
la rochapeana casa Gamarra
pararon 17 de 33 trabajadores.
La
falta de implicación de las bases del sindicalismo católico, el
inmediato establecimiento del estado de guerra en la ciudad y la
detención de los dirigentes obreros más cualificados, hicieron que
para el día 22 casi todos los obreros hubiesen vuelto al trabajo. El
mismo día 13, al mediodía, el Gobernador recibió un telegrama
comunicándole que se establecía el estado de guerra. Dos
hora antes, a las
once de la mañana, hubo una reunión de unos 60 huelguistas en la
sede de las sociedades federadas de resistencia, en la calle de la
Merced, 4, y cuando estaba dirigiéndose a los congregados el
linotipista T.G. fue detenido junto con F.M. bajo la acusación de
incitación a la
huelga. Al finalizar el día habían sido
ya detenidas 12 personas por “coacciones, insultos y amenazas”. A
partir de aquella noche las tropas del regimiento de caballería de
Almansa patrullaron las 24 horas del día las principales calles y
accesos a la ciudad. Tenemos constancia de
un huelguista herido de bala el día 15 por los soldados en la
estación del Norte, por insultar a la tropa según la versión
oficial. Todavía el día 22 seguían patrullando las fuerzas de la
Guardia Civil y del regimiento de caballería, pero casi todos los
obreros habían vuelto al trabajo, al igual que en el resto del
Estado.
Lo
cierto es que en 1918 la afiliación socialista conoció una
reducción significativa, probablemente por la difícil situación en
la que quedaron los obreros socialistas tras el fracaso de la huelga
general de 1917.
De hecho, los ferroviarios
navarros expulsados de la Renfe
no fueron readmitidos
hasta la amnistía concedida con la proclamación de la II República
española. Ante quienes decían
que no había condiciones suficientes, los
sectores más concienciados y combativos de la clase trabajadora
seguirían pensando
que, como diría Ché Guevara medio siglo más tarde, las condiciones
se generan. Sigamos soñando.
Texto:
Patxi Abasolo López
arrotxapea.blogspot.com.es
Fotografía:
Revista La Hormiga de Oro.
* Felix
Guerra eta Froilan Escobar, Fusilak pizten dituen sua,
Txalaparta, 1991, 140. or.
** Angel
García-Sanz, Navarra. Conflictividad social a comienzos del siglo
XX, Pamiela,1984.
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